Sensaciones de MJ. Recuerdos de mi llegada a Cancún

Este post trata de sensaciones. De recuerdos y percepciones de ciertos momentos de mi vida que me vienen en muchas ocasiones a la mente.

Y también trata de miedos. Cosas que piensas que nunca serás capaz y que finalmente, no sin esfuerzo, acabas haciendo.

Trata de mis primeras sensaciones y recuerdos de cuando llegué a Cancún. Y de los miedos que vencí.

 El miedo a volar

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Avión destino a Cancún. Agosto 2015


Recuerdo como si fuera ayer cuando me bajé del avión por primera vez en el aeropuerto de Cancún.

Mi primera impresión está grabada a fuego en mi mente. Y fue hace un año.

No sé si os pasa a vosotros. Yo tengo recuerdos, olores, o sensaciones que están grabados en mi memoria y que a veces me vienen a la mente como si acabaran de suceder.

Aterrizamos en Cancún después de casi 12 horas de vuelo y otras tantas desde que salimos de Córdoba por la mañana temprano.

Un viaje muy largo. Y cansado. Y si vas de vacaciones no te importa. Cuando vas a cambiar de vida es algo distinto.

Os aseguro que al bajar del avión habría besado el suelo, como en las películas. No es que hubiera sido un mal viaje pero no me gusta nada volar. Nada. Pero nada es nada.

Es una especia de claustrofobia. Me agobio en los espacios cerrados.

Quién me conoce sabe que soy capaz de subir andando 12 pisos con tal de no ir en ascensor (aunque siempre digo que lo que quiero es hacer ejercicio). O que prefiero dejar abierta la puerta de un baño público si es un espacio pequeño y no tiene ventanas.

Pues encima me voy a vivir al otro lado del mundo. O sea, voy volando o voy nadando. Esas son mis dos opciones.

Antes de comenzar esta aventura caribeña pensaba que no iba a poder superar lo de volar. Y además la primera vez tenía que hacerlo sola con los niños, ya que mi marido estaba en Cancùn.

“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas” M. Benedetti.

Recuerdo que cuando me enteré que teníamos que volar solos, casi me da un pasmo.  Ya que había empezado a asimilar el cambio que se me venía encima. Ahora otra cosa. ¡Volar sola con los niños! Y 11 horas!!

Eso es imposible para mí, pensé de inmediato.

Creo recordar que a mi marido casi lo mato. Le dije de todo al pobre.  Tuve mal pronto, lo reconozco. Y era todo el  maldito miedo o terror a volar.

Pero luego recapacité. Como suelo hacer casi siempre. Y pensé que tenía que hacerlo. No había opción. Eso no iba a poder conmigo. Tenía que superarlo. Y lo hice. Con muchísimo miedo pero lo hice.

Ahora que lo miro con perspectiva y después de varios viajes así, pienso que a veces hacemos un mundo de algo que en realidad es mucho más simple. Tenemos miedo y eso nos bloquea. Pero luego si te atreves a superarlo, es más fácil de lo que pensabas.

Sigo teniendo miedo a volar, no penséis que eso se ha ido, pero ya no es un problema para mí.

Ahora estoy en otro reto. Superar el subirme en los ascensores. Gracias a Dios vivo en una casa y por ahora me voy librando.

Aunque nunca se sabe la vida. Lo mismo os cuento en unos meses que vivo en una torre en el piso 23. Yo ya no doy nada por hecho. La vida es un reto continuo.

A los que os guste tanto volar como a mí, entenderéis perfectamente lo que digo ¿verdad?. Los que no, estaréis seguramente pensando que soy una loca histérica y exagerada.  Seguramente sí.

Pero seguro que le tenéis miedo a otras cosas. ¿A que sí? Pues es lo mismo.

Es un  miedo y a veces para avanzar en la vida no queda otra que vencerlo.

¿Y queréis  saber cómo lo vencí yo? O al menos lo intenté.

Pues solo pensé que iba con mis dos hijos. Dos niños pequeños que cambiaban de vida totalmente. Los sacaba de su zona de confort, de su familia y amigos.

Lo que seguro nos les hacia falta era una madre histérica en un avión que saltara del asiento cada vez que se encendiera una luz.

Así es que ni orfidal (pastilla para dormir), ni un traguito, ni un vino ni un tequila, ni “ná de ná”. A pecho descubierto, como decimos en España. A meterme ahí 12 horas. Que fuera lo que Dios quisiera.

Eso sí. Con el poder de la mente a mi favor. Y con medio monedero lleno de medallas y cruces, y estampas de la Virgen María y de todos los santos que me había dado mi madre.

Cada vez que me ponía nerviosa miraba a mis hijos, las estampas y los santos. Y respiraba profundo y se me disipaban los nervios como por arte de magia (hasta que volvía a encenderse alguna maldita luz o hablaba la azafata anunciando turbulencias…).

En esta experiencia que me ha tocado vivir no paro de darme cuenta que puedes superar muchas más cosas de las que piensas. Muchas más.

A veces  las superas porque, como fue en mi caso, no tenía otro remedio. Tenía que hacerlo. No había otra opción. Y además tenía que dar ejemplo a mis dos hijos. Tenía que hacerles ver que aquello era divertido, emocionante. Casi una aventura.

Así es que cuando el avión aterrizó y la aventura llegó a su fin os aseguro que habría besado el suelo.

Mi primera sensación

Recuerdo perfectamente la primera sensación. Fue como una bofetada de calor y una humedad que me impedía respirar casi.

Pero como estaba en tierra firme pues eso no me importaba ya. Sólo quería salir del aeropuerto. (Aún sigo sintiendo esa misma sensación cada vez que llego a Cancún).

Y cuando íbamos ya en el coche para la que iba  a ser nuestra casa (la que por cierto yo no conocía, tan sólo por fotos), tampoco observé con demasiado detenimiento la carretera ni el camino a casa.

Sólo quería llegar. Y dormir.

Nuestra primera noche en Cancún

Imaginaros esa primera noche. En una casa nueva. Muy bonita, todo hay que decirlo. Pero en ese momento a mí me parecía que estábamos en mitad de la selva. Con unas ventanas enormes sin cortinas.

Sólo veía selva a mi alrededor. Y además parecía que estuviera en el programa de Gran Hermano. Pensaba que todo el mundo nos estaba observando.

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Vista desde mi ventana. Con mi vecino el coatí

Ay Ay Ay. ¿Dónde me he metido?. Esa fue mi sensación entonces.

De noche y cansada. Imaginaros mi percepción de las cosas después de 24 horas de viaje, 11 de ellas en un avión.  Otra vez, sensaciones.

Y con respecto a la selva en realidad no estaba muy equivocada. La urbanización donde vivo no existía hace siete años. Era selva.

Y las parcelas donde aun no se ha construido aún parece un poquito la selva. El otro día me dijo un señor de una empresa de fumigación que contraté que era normal que aquí hubiera tantos bichos. Que les habíamos quitado su espacio natural. Y que diera gracias a Dios de que no me saliera ninguna serpiente por el retrete. ¡Imaginaros mi cara!

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Residencial Cumbres. Parcela sin construir. Selva

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Residencial Cumbres. Mi «barrio».

Conclusión.

Esa primera noche dormimos los cuatro en la misma cama. Después de 11 horas de avión. Una nueva ciudad, y una nueva casa, bichos, mosquitos y la selva. Esa era mi percepción aquella noche.

Y así comenzó nuestra vida en Cancún.

Al día siguiente, más descansada y con la luz del sol la vida, ya lo empecé a ver algo diferente, la verdad.

Fuimos a conocer nuestro barrio. Y otra vez casi me da algo. ¿Donde están las calles peatonales aquí? ¿Por donde se puede ir andando a los sitios? ¿ Por qué los semáforos están colocados de esa manera tan rara?.

Es muy diferente a la estructura de ciudad que estamos acostumbrados en Europa, y sobre todo en una ciudad de interior como Córdoba, que es tan cómoda para caminar y que tiene tanto patrimonio cultural.

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Carretera Federal Cancún

Donde yo vivo en Cancún no es la zona hotelera. No vivo en la playa. Es una zona que está ahora en pleno proceso de desarrollo.

Hay una carretera federal, larguísima, que atraviesa casi toda la ciudad. A un lado está la laguna y manglares y al otro las casas y las zonas comerciales. Pero no es una ciudad ahora mismo para poder caminar. A todas partes hay que ir en coche (carro o camioneta).

Y muchas viviendas y zonas residenciales están al lado de zonas de selva o de casas en mal estado o medio derruidas.

Muchos contrastes.

En ese momento no me veía ni capaz de conducir nunca por esta ciudad. Ni de salir sola con los niños. Todo me parecía como una montaña enorme para escalar. Sensaciones otra vez.

Pero esa sensación duro poco , la verdad.

A la semana estaba ya conduciendo. Llevando a los niños al cole e intentando aprenderme como llegar a los supers y empezar a ubicarme.

Y a los pocos días de estar aquí, empecé a conocer a mamás mexicanas del cole de mis hijos. Y a relacionarme con ellas.

Empecé a ir a todos los desayunos que organizaban en el cole. Iba a todo lo que me invitaban, me apeteciera o no. A intentar integrarme lo más rápido posible.

No tuve mucho mérito. Me lo pusieron muy fácil. Gracias a personas encantadoras como Bettina, Mara, Erika, Patty, Jackie, Aleida o Laura, entre otras muchas mamás del colegio Alexandre. También a las mamás Troyanas, de las que también os hablaré pronto

A todas las considero  mis amigas.

Todas ellas mujeres que transmiten buena onda, como dicen aquí. Buena vibra y que me han ayudado mucho desde que llegué.

También a los pocos días de estar aquí me enteré que había un grupo de españolas que vivían en Cancún. Bastante numeroso por cierto.

Y que se reunían los miércoles para desayunar. Y que tenían un chat “Españolas en Cancún”. Y entré en ese grupo. Y ahí he conocido a muchas de las que hoy son mis amigas y casi parte de mi familia aquí.

Pero eso sí que será objeto de otro post. El grupo de españolas en Cancún da para hablar mucho. Muchísimo.  ¿Verdad amigas españolas?

Lo importante es como las sensaciones y percepciones cambian según te adaptas a lo desconocido.

Y aunque algunas sensaciones y recuerdos están ahí como cuando llegué, ha cambiado mi percepción de muchas cosas en el año que llevo aquí.

Sigue habiendo selva, y no se puede pasear ni caminar por la ciudad como estaba acostumbrada, y sigo teniendo miedo a volar, y a la temporada de huracanes, y la inseguridad en algunas zonas.

Pero también cada vez voy atesorando más cantidad de recuerdos bonitos, de personas maravillosas con las que compartes cosas que jamás hubiera hecho en mi país, de experiencias que te cambian la forma de entender la vida. De miedos que voy siendo capaz de superar.

Esto hace que me sienta orgullosa. Y me da fuerzas para seguir en esta aventura cancunense que me ha tocado vivir.

Así es que ya sabéis. No dejéis de hacer cosas por miedo. Hacedlas, con miedo, pero hacedlas. Merece la pena.

Buenas noches España, Buen día Cancún. Que paseis un bonito día lleno de buenas sensaciones.

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Residencial Cumbres. La bici y la casa donde vive MJ, oculta tras la selva.

9 comentarios
  1. Pilas Carreto
    Pilas Carreto Dice:

    Desde Belem en Israel te he leído y como te comprendo.
    Me alegro mucho que cada vez te encuentres mejor, eso es lo que yo os deseo.
    Muchos besos para los cuatro.

    Responder
    • María José Peña
      María José Peña Dice:

      Muchas gracias Saskia¡¡¡. Yo creo que esta es una aventura para muchas de nosotras, con sus cosas buenas y las menos buenas, pero una aventura. Pero al menos ha servido para conocernos¡¡¡
      Te mando un beso. Nos vemos mañana en el café

      Responder
  2. Cynthia
    Cynthia Dice:

    Buenas noches MJose!! Después de leer tu post, creo q tengo aún más ganas de afrontar mis miedos y tirar las barreras q nos impiden crecer. Ha sido una decisión muy valiente a la altura de personas con una gran capacidad como tú.
    Esta nueva etapa de tu vida, traerá cosas increíbles a ella, disfrutalas y cuentanoslas después, q al otro lado del «charco» te seguimos!!!
    Cynthia,
    (MJ, siempre te admiré!!)

    Responder
    • María José Peña
      María José Peña Dice:

      Muchas gracias por tus palabras Cynthia. No se si valiente o no, pero no tenìa muchas opciones. La familia era mi prioridad. Ahora que estoy aquí voy a intentar seguir aprendiendo todo lo que pueda. Ya sabes….fuera esos miedos…es cuestión de ser más fuerte que ellos.
      Te mando un beso enorme.

      Responder
  3. Adolfo
    Adolfo Dice:

    Mi querida PEPA, te leo, te reconozco y te recuerdo en casa una de tus palabras. Hemos sido tan chicos !!!!! Cuando hablabas de novedad, de lo desconocido, de olores …. me ha envuelto el recuerdo del olor de mi hija en brazos a las pocas horas de nacer. Ufff… Indescriptible, Incomparable, Inenereable …. Como tu primer día en tu nueva vida… Olores… Vida.
    Mil besos, y para Pedro y los enanos.

    Responder
    • María José Peña
      María José Peña Dice:

      Querido primo. Me encanta que te haya gustado. Si, es verdad. Hemos pasado una infancia estupenda todos los primos juntos y eso hay que agradecerle a nuestros padres. Hemos sido muy felices. Y eso intentamos hacer con nuestros hijos igual.
      Un beso enorme para María y los niños (ya no puedo decir enanos).
      Espero vernos en Navidad. Me encantarìa. y para cuando vuestra visita??

      Responder

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